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Volver a las tablas

  • orientandotemedio
  • 12 nov 2021
  • 4 Min. de lectura

Por: Juan Daniel Escobar


Tras la pausa por pandemia, los escenarios del Oriente recobran la vida que ansiaron durante los meses de confinamiento


En la fotografía, una de las últimas presentaciones presenciales de teatro de calle a comienzos del año 2020: ‘Momo y los hombres grises’ de Teatro Bitácoras en La Ceja, Antioquia.


Tras bambalinas, lejos de los artificios y el calor de los focos, el actor se encuentra en su último momento de conciencia de sí mismo. El guion se repite incesantemente en su cabeza, el maquillaje reposa sobre el rostro como una máscara sobre la máscara, solo queda el hormigueo bajo los pies, y como es costumbre en el Aránzazu, el aplauso de bienvenida, pues en La Ceja la ovación llega incluso antes de que la puesta en escena de comienzo.


Durante el 2020, la pandemia desvaneció este momento de las salas tanto del teatro cejeño como de todos los lugares de artes escénicas del Oriente antioqueño. El Performance se vio relegado a las tarimas digitales, a las emisiones en directo, a las lecturas dramáticas transmitidas por redes, y como bien fue demostrado por los actores y actrices del mundo, esta situación se convirtió en insostenible conforme el confinamiento se transformaba en una realidad que lucía permanente. Frente a esto, Octavio Arbeláez, director del festival de teatro de Manizales, durante una pausa que extendía el sentimiento de impotencia entre los dramaturgos colombianos expresó en una entrevista para el medio Agencia Anadolu: “La crisis económica que nos afecta es muy grande, tenemos problemas muy graves de sostenibilidad del sector, de las salas teatrales en quiebra. Los actores no tienen ingresos. Toda la cadena de valor, técnicos, iluminadores, escenógrafos, gestores, ha sido afectada”.


“En la virtualidad no hay espacio para la recepción completa: una felicitación o crítica personal, el rostro de felicidad, asombro o disgusto, la sugerencia inmediata…” expresa Maria Isabel Toro, actriz de Teatro Bitácoras (Créditos: Festival de Teatro El Gesto Noble)

El aciago panorama incitó, como lo comenta el actor y bailarín cejeño Andrés Juan Ciro, una nueva duda en la mente de los actores: “Lo que yo sentí es que nuevamente nos preguntábamos ‘¿Para quién es el teatro?’ porque, cuando hacíamos esas presentaciones virtuales, sinceramente, se sentía como si simplemente estuviésemos en un ensayo. Aunque Betty (refiriéndose a la actriz Beatriz Ramírez, actriz y directora de Teatro Bitácoras) nos dijera que había que ser conscientes de que estas también eran funciones, la sensación de decir ‘Voy a presentarme’ no estaba necesariamente allí, había nervios, sí; pero al mirar al frente solo había una cámara, no existía esa relación con el público”.


Como contraparte, la bailarina y actriz de la misma compañía, María Isabel Toro, observa un lado algo más afable de la experiencia del teatro frente a la cámara: “Si bien lo digital obligó a trasladar las artes a las transmisiones, videos y otras herramientas, muchas personas manifestaron que este medio es distractor para disfrutar por completo de una obra: la televisión prendida, el mensaje de WhatsApp, los oficios que puedan ocuparlos en casa...” Aunque, seguidamente, se unió la perspectiva unificada de sus compañeros “Hay una diferencia abismal de las emociones que podemos transmitir a una cámara que a un público, teniendo en cuenta que no somos personal de actuación en televisión o cine”.


Divergiendo de esta postura, en su experiencia, la actriz y directora María Teresa Londoño, radicada en Rionegro, añade: “Durante la pandemia yo no opté por el teatro virtual, me dediqué más a la dramaturgia. Igual que Shakespeare, quien escribió ‘La Tempestad’, una de sus mejores obras en un momento de pandemia. Entonces, también existió espacio para eso; el teatro tiene dos momentos: la dramaturgia que es la obra escrita, y tiene el volver esa obra en físico, entonces, en mi caso, aproveché ese tiempo para escribir y estar en proyectos de arte, sin embargo, no hice teatro remoto”.



“La experiencia de pandemia fue lo que me hizo cuestionarme cómo estaba haciendo teatro. Pararme en las tablas entonces y pararme en las tablas ahora son dos cosas distintas. Ahora creo personajes desde la emoción”. Declara el actor Andrés Juan Ciro

Tras un año de extravío de estos espacios para el encuentro actor-público, el año 2021 le ofreció a esta escena cultural un nuevo aire, necesario para mantener la convicción que los actores tienen sobre este arte interpretativo. Comenzando el año, La Ceja celebró los diez años de Teatro Bitácoras en el marco del Festival de las Artes en Escena con su obra “Yerma, Tierra fértil”, conmemoración que vio abiertas las puertas del Teatro Juan de Dios Aránzazu, bajo estrictos protocolos de bioseguridad, por primera vez en más de un año de ausencia. También, en agosto anunció el regreso del Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble del Carmen de Viboral, el cual sirvió de lugar de encuentro para el reconocimiento mutuo entre corporaciones teatrales, funcionando como un momento de especial júbilo y consuelo para todos estos actores y actrices que habían visto frustradas sus labores durante todo un año. Seguidamente, en octubre, el festival de teatro rionegrero “En tus zapatos” buscó extender la noticia del regreso al teatro en el Oriente bajo una programación que, por medio de talleres y funciones especiales, promovió las interpretaciones de teatro callejero, y muy especialmente, el desplazamiento de las obras de teatro a las zonas rurales de Rionegro.


La emoción del retorno no se hizo esperar por parte de los actores, pues como bien lo resalta Isabel Toro: “Si bien por el miedo de muchos a la crisis, el aforo no ha sido tan grande como antes, personalmente siento un público más atento; las manifestaciones escénicas no se ejecutan exclusivamente por temas de espectáculo, sino, y mejor aún, para darle la posibilidad al espectador de interpretar mensajes que ni los mismos artistas alcanzan imaginar que pueden transmitir ”.



 
 
 

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