top of page
Buscar

Una silla de ruedas sin fronteras

  • orientandotemedio
  • 28 mar 2022
  • 4 Min. de lectura

Por: Juan Felipe Valencia Sánchez

Pertenecer a la barra popular de un equipo de fútbol en Colombia, Argentina o Sudamérica, en mayor medida, es cargar con un estigma de vándalos, delincuentes, criminales, viciosos o vagos. Pero pocas veces se destacan las obras sociales y las historias que hay en estos fanáticos. Y, como lo dicen las letras de las canciones entonadas a todo pulmón en la tribuna popular, mucha gente no entiende la pasión de un hincha, que daría la vida por su equipo y son capaces de comparar el amor a un club con el que le tiene un hijo a su mamá: “Mi verdeee, sos todo lo que yo quiero sos mi alegríaaa, te quiero como a mi vieja vos sos mi vidaaa, tengo que reconocer, que sos una enfermedad, de la que quiero morir, y no me quiero curar”…

Jorge Wilmar Arboleda “Gato” es un fiel representante de esos hinchas que dejan todo atrás por ir a ver un partido de fútbol de su equipo

favorito, en su caso el Club Atlético Nacional. Con una sonrisa en su rostro, su gorra o vestimenta que la mayoría de veces es alusiva al club o deportiva, sentado en su silla, y esperanzado por las experiencias de un nuevo viaje, hace que sin duda su compañía sea más especial y tenga un valor adicional a cualquier estadio donde juegue su equipo en Colombia o en el Continente. Aunque deba movilizarse en una silla especial por su movilidad reducida no ha sido un impedimento para recorrer América del Sur. Su ideal es mostrar un lado diferente del barrismo, que puede llegar a convertirse en una familia, y hacer entender a las personas que los límites solo están en la mente.


“Ser barrista es seguir al equipo en las buenas y en las malas, barrista es el que sale de la casa, ve el partido y regresa otra vez a la casa sin poner problema a nadie. El que respeta las diferencias y no se mata por pensar o tener una camiseta diferente (...) Los chinos salen con la ilusión de volver a casa y ver de nuevo a las mamás que los están esperando. Hay unos que dicen que son barristas y ni siquiera saben cuáles son los 11 jugadores que están jugando, solo tienen la camiseta como una excusa para trabarse, robar y hacer daños”, dice Gato.

La ignorancia dentro de algunas barras es por falta de educación, muchas veces hay jóvenes que no estudiaron ni la primaria o, si pasaron de ahí, hicieron hasta séptimo u octavo de bachillerato. Esto pasa cuando no han contado con oportunidades y no tienen quién les hable cuando las cosas no las están haciendo bien.

En lo que se pueden diferenciar los buenos barristas es en el aporte social y obras que realizan, como promover eventos para poder ayudar a uno de sus semejantes. “Gracias a los integrantes dela barra conseguí las dos sillas que tengo ahora”, cuenta Arboleda. Luego de haber estado viajando por Brasil, Argentina y Uruguay para ver a Nacional en la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana del 2014 se quedó sin sillas porque se desgastaron las que tenía. “Uno de los parceros no me dejó ir para Brasil, allá me iban a regalar una. Además, yo tenía nacionalidad brasileña y me pagaban por estar así. Pero, él me dijo que no fuera bobo, que hiciéramos un evento y compráramos esa silla de ruedas, y así fue”, relata Jorge. La silla de motor describe que es gracias a todo el bando del Bloque Oriente Verdolaga y hasta de hinchas del Medellín que le ayudaron. “Vino gente de Guarne, La Ceja, Llanogrande y Rionegro a un torneo que organizaron en la cancha de los tanques de El Carmen, y fue algo muy bonito que agradezco a todos ellos”.


El amor por un equipo y el fútbol hacen ver la vida diferente y se convierte en una razón más para vivir. “Nacional me cambió la forma de pensar en mi situación de discapacidad, es una forma de mitigar y no sentirme mal por estar así. Es un aliciente que hace que se le olvide todo a uno, porque viajando no se sabe cuándo es sábado, martes o domingo”, menciona el hincha de la silla sin fronteras.


A pesar de estar en una silla de ruedas, ha tenido la oportunidad de ir a ver jugar a Nacional por todo el continente, en dos ocasiones en Brasil, tres veces en Argentina, dos a Uruguay, tres a Perú, dos a Paraguay, y también ha estado en Chile, Venezuela, Ecuador y Bolivia. Sueña con ir a ver al verde en un torneo continental, pero sabe que económicamente es costoso porque el viaje es vía aérea. “Entre barristas todos viven la experiencia de una manera diferente, muchos de ellos han hecho estos viajes por barco que no es tampoco tan seguro y también se gasta más de dos o tres meses en esa travesía”.

Depender de una silla de ruedas para su movilidad es porque cuando tenía apenas un año de edad le dio polio ––enfermedad viral que afecta la médula espinal causando debilidad muscular y parálisis––. Sin embargo, en los países que ha conocido muchas veces le han dicho que seguramente antes fue sicario o trabajó con el narcotráfico y por eso quedó en silla de ruedas, “hasta un policía en Argentina me dijo que por eso había quedado así, porque como lo que ven en la televisión de Colombia son puras narco novelas, creen que todos los colombianos tenemos que ver con eso”, puntualiza Gato.


En la barra los integrantes nunca lo han visto como el man de la silla de ruedas, siempre ha sido considerado como uno más de ellos. “Cuando comencé a salir con ellos acá en Colombia fuimos a Cúcuta, a Pasto, a Barranquilla y eso es como una enseñanza que ellos le dan a uno y una forma de superación. Porque si no hubiera sido por ellos conocería nada más el Atanasio. El fútbol para mí es como una religión. La barra y el fútbol me han dejado todo lo que he conocido y los amigos que tengo en cada país, la barra es como una familia”. explica Jorge.

Nacional directamente no le da nada a los hinchas, pero la felicidad que uno siente al ver el equipo no hay como describirla. “No me da nada económico, porque hasta la boleta para ir a ver el partido me la cobran; pero gracias a Nacional he conocido diferentes culturas y costumbres”. manifiesta Arboleda.



 
 
 

Comments


bottom of page