Sepultura, La vida y la muerte en una labor
- orientandotemedio
- 21 mar 2022
- 4 Min. de lectura
Por: Alejandra Castañeda Cardona
Juan Pablo Agudelo Murillo

Luis Fernando Vargas Vargas sepulturero del Panteón de la colina Cementerio ubicado en el municipio de Rionegro, lleva 32 años ejerciendo esta labor, en donde le toca encargarse de toda la labor de los entierros de los difuntos, mantenimiento del lugar, exhumación de los restos después de cumplido el tiempo de uso de un nicho, organización del espacio de las bóvedas, entre otras tareas diarias, expresa que el proceso de entierro lo ejecuta aproximadamente de veinte a treinta minutos. Se siente familiarizado con la ocupación y no le causa ningún tipo de impacto o escrúpulo sepultar un cuerpo en descomposición.
Cuando ingresas al cementerio se puede apreciar en todo el frente de la reja de ingreso , que suele mantenerse ajustada ,la iglesia, que generalmente cumple un horario específico para su apertura, a su alrededor están las tumbas de algunos adultos con la misma fachada en color sepia, en los entornos del lugar los caminos que bordean la construcción permiten encontrar en cada muro los restos de los cadáveres cubiertos por epitafios con fotografías y recordatorios de los difuntos, desde la simpleza del nombre con su fecha de nacimiento y defunción, hasta aquellos que contienen rosarios , cartas, flores y una frase dedicatoria que expresaba el sentimiento sus seres queridos ante la perdida.
Hay un lugar destinado específicamente para los cadáveres de los infantes, al fondo de pequeños pasadizos en los que la luz del día no suele entrar, son tumbas pintadas de color blanco y con la insignia más simple o incluso la carencia de un distintivo, sin nombre, sin fecha…Ninguno de estos nichos se encuentra adornados. En la parte interna del lugar hay zonas verdes, pequeños caminos que facilitan el acceso de un lado a otro, flores, monumentos de conmemoración de la religión católica, grandes árboles e incluso raíces que llegan a entorpecer el rumbo de un sendero.
Desde el inicio

Fernando comenzó trabajando en el Cementerio en el año 1990, al principio dice que su mente y la psicosis le jugaban malas pasadas, se llevó algunos sustos e incluso dejó de consumir carne debido a la impresión que le causaba el enterrar cuerpos que llevan varios días en estado de descomposición, estaba inapetente y dormía poco “yo me soñaba con todos esos ataúdes ahí al lado de la cama”. Al cabo de 4 meses logró acoplarse, todo era cuestión de costumbre, después de esto gracias a su devoción a las ánimas nunca llegó a sentir temor, por el contrario, en su labor se siente muy cómodo y le gusta lo que hace.
Luis concibe la muerte con naturalidad “Yo ya he enterrado tres de mi casa, mi hermano, mi papá y mi mamá, que hace un mes larguito murió. No me dio duro porque uno ha sido buen hijo, a uno le da duro si ha manejado mal en la casa”
Actualmente, Fernando vive con su esposa y tiene una hija de 9 años, a su pareja le ha incomodado esta labor y en repetidas ocasiones le expresa su deseo de que deje de ser sepulturero. “Yo para salir de acá tiene que ser porque el padre me diga que no me necesita más o porque ya cumplí mi ciclo de vida” dice Luis, con su pasividad que lo caracteriza.
Anécdotas en el cementerio
Una vez llegaron dos hombres, yo estaba agachado organizando una tumba, me dieron una patada en la nuca y otra en la columna, yo me logre parar y me armé con una peinilla (machete pequeño) y ellos se fueron, los familiares se dieron cuenta del suceso y se excusaron conmigo, ellos estaban despidiendo un familiar y al parecer esos jóvenes eran conocidos del sector.

Han venido algunos jóvenes a apoyarme con las labores ocasionalmente, pero siempre expresan mucho temor, dicen que los asustan, que escuchan ruidos extraños, que sienten cómo les jalan la camisa, pero, insisto que es psicosis. Todo está en la mente. A causa de estas malas pasadas, Fernando ha sido el único que ha permanecido en esta labor durante tanto tiempo; además, es el más conocedor del lugar, tanto que recuerda muchas de las ubicaciones de algunos cuerpos que ha sepultado.
Durante los 32 años de ocupación, ha habido historias muy tristes, es inevitable no conmoverse. Luis expresa que ha llegado a llorar en algunos entierros en los que hacen una despedida emotiva a sus familiares. Al cementerio van personas a celebrar los cumpleaños a aquellos que ya no los acompañan, no se les pasa por alto visitar a sus seres queridos en fechas especiales como el día de la madre o del padre.
Fernando asegura que durante la pandemia no hubo un aumento significativo de sus actividades, incluso por un tiempo solo podían ingresar dos familiares por fallecido, lo que hacía más dolorosa la pérdida.
Luis es el sepulturero más antiguo del cementerio de Rionegro, no se ve ejerciendo otra labor, suele extrañar los días que no tiene que ir a trabajar y debido a su cercanía y familiaridad en este ambiente percibe la muerte como un futuro inevitable que tarde o temprano llegará.
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