Panadería La Amistad, un vínculo para toda la vida
- orientandotemedio
- 15 mar 2022
- 4 Min. de lectura
Por: Estefanía Ramírez Giraldo
Patricia Corrales Valencia
Amistad es la que Don Javier construyó durante 65 años con sus clientes. Con su pelo blanco y sus cortos pasos seguía entregándolo todo a la panadería que con amor y sacrificio levantó. Con la venta de un ganado compró una propiedad y decidió montar una panadería el miércoles 20 de febrero de 1957, la cual llama “La amistad” y se ubicó exactamente en la sala de su casa, donde dedicó toda su vida a ella. A pesar de que en todo este recorrido se ha muerto mucho cliente y ha cambiado mucho la generación, la mayoría de los clientes que entran lo llamaban por su nombre. Él siempre les preguntaba con un tono muy formal y cercano: ¿cómo te ha ido? Las ventas lo apasionaban, de panadería no sabía tanto; pero se preocupaba porque los productos que vendía estuvieran frescos.

A sus 88 años, el 29 de abril de 2021, Don Javier murió. Él, fue el alma y fundador de este negocio, quien con mucho amor dedicó toda su vida a la administración de la panadería, y a quien sus clientes recordarán como una persona amable, carismática y respetuosa, quien sin duda dejará huella en muchas personas y será recordado por dejar uno de los pocos negocios tradicionales que se conservan en Rionegro, la panadería La Amistad.
Esta panadería está ubicada a tres (3) cuadras del parque de Rionegro. Parque que anteriormente era una plaza llena de legumbres, allá se conseguía todo al por mayor. No había tiendas, todo se mercaba en la plaza. En cuanto a almacenes solo eran los que había en el parque y eran muy pocos dos o tres sí mucho. Y panaderías fuera del parque de Rionegro solo estaban la de Don Javier y la del difunto Don Luis Gómez, que quedaba a una cuadra de “La Amistad”. En esa época no había distribuidoras en Rionegro por lo que a Don Javier le tocaba bajar a Medellín por sus insumos. Todos los martes la flota Rionegro llegaba a traerle cajas llenas de surtido. Después de unos años de trabajo él se compra un carro, lo que hizo que se le facilitará la bajada hasta Medellín.
Además de todo esto, en ese tiempo Rionegro era muy poco transitado, no había tanto carro y había poca gente. Luego de un tiempo, la gente del campo venía hasta su panadería para llevarse las cajas llenas de parva y revenderla. Con el paso de unos años le interesó vender al menudeo, no al por mayor. En un principio las ventas eran muchas, tanto así que tenía tres trabajadores. Las ventas han disminuido, pues sus últimos 10 años de vida la manejó él solo.

Javier Gómez Martínez, nació el 16 de agosto de 1932, en Rionegro, Antioquia. Su papá ganadero, su mamá ama de casa. Estudió en la Escuela de Chipre, en el corregimiento de Llanogrande, hasta 4to de bachillerato. No le ha gustado mucho involucrarse en la política, decía que era “muy fastidiosa”, y le tocó la época en la que estaba el Partido Liberal y el Partido Conservador, “esa gente era muy sectaria y entre ellos se odiaban”. Ahora la gente no le para bolas a la política, decía Don Javier.
Después se dedicó a trabajar con su papá en la ganadería, trabajaban de lunes a domingo. Todas las mañanas se madrugaba a cuidar y a las cuatro de la tarde comenzaban a ordeñar el ganado, se ordeñaba dos veces al día. Sin embargo, este oficio no le gustaba por lo esclavizante que era.
De niño todos los domingos iba a misa con sus padres, misas que en este tiempo se predicaban en latín. Luego estuvo prestando servicio militar en Santa Marta, durante dos años. Cuando regresó a Rionegro contrajo matrimonio y compró una casa cerca al parque de Rionegro, la cual se convirtió luego en la panadería. Su esposa siempre ha sido ama de casa, siempre estuvo pendiente de sus siete hijos que hoy en día son todos profesionales y a los que siempre les ha inculcado valores como la honradez, la tolerancia y, ante todo, la responsabilidad.
Los más preciados recuerdos los cuentan algunos clientes actuales que desde que eran niños y estudiaban en la Baldomero Sanín Cano (escuela cerca de la panadería) van y le cuentan a los trabajadores, “es que yo vengo acá desde hace más de 40 años”. Iban y desde las dos grandes ventanas de la panadería pedían su rollo rojo y los merengues después de una jornada de estudio.
El pasado 20 de febrero se cumplieron 65 años de historia, de emblema y de tradición. 65 años que deben ser reconocidos y recordados por siempre. “Nos encontramos en la panadería La Amistad”, todavía se escucha la famosa frase para referenciar el lugar y es que son tantos años que se convierte en una representación y lugar de referencia.
Actualmente hay una trabajadora llamada Luz, quien anteriormente trabajó con ellos, pero con la muerte de Don Javier, volvió.
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