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Municipio de sobrevivientes al conflicto armado

  • orientandotemedio
  • 30 abr 2022
  • 3 Min. de lectura

Por: Juliana María Otálvaro Marín


Cocorná ha sido reconocido por sus balnearios y las verdes montañas que hacen juego con el azul del cielo, combinación de colores que llaman a la esperanza. Pero, también fue uno de los lugares más violentados por el conflicto armado a finales de los años noventa y comienzos del 2000. Allí el 95 % de sus habitantes han sido afectados por enfrentamientos entre guerrillas (FARC y ELN) y también la constante presencia de los paramilitares.

Padres, esposos, hijos… personas en las cuales quedaron imborrables manchas de sangre en cada uno de sus corazones al atravesar el duro y oscuro camino que fue el conflicto armado. La actitud que tuvieron que desarrollar aquellos que fueron tocados por las manos de la violencia fue Resistencia, y Walter Andrés Aristizábal Orozco es uno de los sobrevivientes de la fuerte realidad de los cocornenses, quién pudo ‘superar’ de alguna forma todo lo que vivió.


Cuando Andrés tenía apenas 12 años, tuvo que recoger a su padre en una camilla, caminando entre el pasto y el camino pedregoso iba él sosteniendo a su padre hasta la vereda Pailania, llegando a San Francisco, donde paso un rato esperando una chiva para poder darle el descanso eterno en su terruño, en donde había nacido (Cocorná).


Esta región es abundante en bosques y paramos, por ello fue una de las zonas estratégicas para los grupos armados, como el frente 47 de las FARC, el ELN y las AUC. Grupos armados encargados de sembrar terror en estas personas.


“Los tipos llegaron como a las 8:00 a.m. y empezaron a tomar por los lados de mi casa y como a la 1:00 p.m. mataron a mi padre. Yo vi quienes mataron a mi padre”, cuenta Andrés Aristizábal Orozco.

La navidad es una de las épocas donde las personas normalmente son felices, donde se comparte en familia. Pero, para la familia Aristizábal Orozco no fue así. La natilla, el buñuelo y la alegría de las fiestas fueron reemplazadas por el llanto provocado por las balas que atravesaron el cuerpo de un campesino, un padre y un esposo.

Como era de costumbre, el papá de Andrés emprendía su viaje al municipio de Marinilla que quedaba a 44 minutos de su lugar de residencia para visitar la feria de ganado que se hacía en épocas navideñas. Aquel 24 de diciembre de 2001, don Albeiro llevaba un camión lleno de ganado para su casa. En el transcurso del camino, un retén de los paramilitares lo detuvo y le quitó de sus manos aquel rebaño con el que trabajaba a diario para poder brindar a su familia una navidad plena.


Después de todo esto, don Albeiro Aristizábal se encontraba encerrado en el comando de policía, en aquel preciso momento hubo un combate del ejército en El Retiro, una de las tantas veredas de aquel Municipio. Ahí se encontraba la guerrilla en una algarabía, bailando al son de la música, entre tragos y risas; mientras otros sufrían la violencia en carne viva.


“Había por ahí 400 o más combatientes, llegó el ejército y empezó a bombardear todo eso, eso pasó una matazón allá tenebrosa y ya a raíz de eso fue que empezó la desmovilización de la guerrilla. Después de ese combate, los comentarios eran que mi papá había mandado al ejército a que cañonearan esa gente”, dice, Andrés Aristizábal.


Al pasar algunos años, con el programa de reparación de víctimas, Andrés tuvo la posibilidad de obtener una casa en el lugar a donde se desplazó (Rionegro) por las tierras que tenían donde vivían 18 años atrás. En medio del dolor, el llanto y la tristeza, lo que quedaba de la familia Aristizábal Orozco se despide de don Albeiro un 31 de diciembre del 2001.

“Todos los bienes, el ganado que teníamos y las tierras, eso quedó allá. Nos tocó salir así, desplazados. Bajó una vez un carro de San Francisco y nosotros nos fuimos, así, con lo que teníamos puesto”, relata, Walter Andrés.


Luego de 18 años sintiendo la guerra, Andrés, Néider y doña Luz Dary deciden salir de aquellas tierras que tantos recuerdos amargos les dejó en sus corazones. Se trasladaron al municipio de Rionegro a vivir donde una familiar, que en un comienzo les hizo sentir bien acogidos; pero con el tiempo se empezaron a presentar algunos problemas por la poca ayuda económica que aportaba para la alimentación esta familia que fue desplazada.


Vivieron un cambio duro, donde pasaron de vivir entre las montañas, el olor al campo fresco y el aire que humedece las narices a estar entre el estrés de los transeúntes, el cambio del color verde de las montañas, por los edificios de este Municipio más urbanizado.



 
 
 

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