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Jerónimo Bedoya, un joven que pedalea por sus sueños

  • orientandotemedio
  • 11 oct 2021
  • 6 Min. de lectura

Por: Ana María Restrepo Franco


Jerónimo Bedoya Botero es un joven entregado a su disciplina como ciclomontañista, dedicado al deporte desde que tiene uso de razón, pues desde los cuatro años inició con un proyecto que hoy se convirtió en una meta, un objetivo y un oficio para él. "Desde mi corta edad, no me he bajado de la bicicleta, y algo que me hizo incrementar la pasión por esto fue mis primeras carreras a los cuatro años. Una fue El Clásico al Mundo, para niños entre los 3 o 4 años hasta los 16, y con ella empecé a tomar este deporte más en serio", dice Jerónimo con una sonrisa pequeña en su rostro.



Experiencias dulces y amargas.


El primer momento difícil fue en sus inicios, como parte de la Selección Colombia, en un campeonato Panamericano en Boyacá. Él se encontraba en su mejor forma, tanto mental como física, y quince días antes, en la pista donde se iba a realizar el evento, tuvo una caída y fue la lesión número uno como deportista. En el golpe, su muñeca recibió todo el impacto, y como no dimensionaba la gravedad del asunto, sus dirigentes le quitaron su herramienta de trabajo para que se recuperara y pudiera dar lo mejor de sí en esa carrera, porque Jerónimo nunca descartó la idea de faltar a esa gran competencia.


Jero, como le llaman de cariño, se recuperó casi el noventa por ciento, y admite que, con el nivel de la lesión que tenía, era muy difícil competir, ya que fue toda una semana en la que tuvo que retirarse de entrenar. La segunda también fue en un Panamericano en México. Como siempre iba preparado y, su público le decía que, de todos los países de América, él era el más opcionado para ganar la carrera. "En nuestras vidas como ciclistas estamos siempre expuestos a caídas tanto físicas como emocionales y estos son los riesgos que corremos por el amor a este deporte que nos llena el alma”, expresa el joven de contextura delgada.


Aunque no todo es malo según el deportista, se atreve a decir que en el deporte la balanza está muy equilibrada, porque el 50% son eventos positivos y el otro 50% no lo son tanto. En el año 2019, participó en el campeonato mundial en Canadá, "es una de las mejores competencias que he tenido porque obtuve el puesto catorce a nivel mundial, donde realmente es algo muy bueno, ¡muy bueno! porque competí con las potencias mundiales del ciclomontañismo y de la modalidad", recuerda con su piel erizada y mostrando alegría.


Un deportista de alto rendimiento no lleva una vida normal


Es un joven dedicado y comprometido con lo que hace, y menciona que en sus relaciones sociales y sentimentales se le hace muy complicado llevar una vida normal. El joven está convencido que en su juventud tomó las mejores decisiones al decir no porque "realmente yo, Jerónimo, he aprendido a sobrellevar eso, tomé la situación maduramente, y aunque mis amigos digan que soy muy amargado porque no estoy con ellos, esto me ha llevado a ser el deportista élite que soy hoy a mis 19 años, y si no hubiera tenido la fuerza de voluntad que tuve en esos momentos que me cohibí, todo en mi vida sería muy diferente" .


Ese nivel de compromiso lo ha adquirido con el tiempo, sobre todo con el apoyo de su familia y con su equipo profesional de trabajo que no lo han abandonado en algún momento crucial de su vida. Como describe y cuenta él, ellos han sido también esa ayuda mental, ese pequeño empujón para que pueda llevar una vida deportiva mucho más plena, y para que, en cada competencia, gane o pierda, lo haga con pasión y siempre deje un pedazo de su corazón en el terreno de juego.


En la mejor etapa de su vida ocurrió un accidente que casi lo deja inválido o, en el caso más grave, sin vida


Jerónimo Bedoya, un joven de 17 años —en ese entonces— le demostraba al mundo de qué estaba hecho. Su nombre resonaba en muchas partes por su excelente trabajo en la pista, y esto logró un contacto con personas de Argentina, donde tenían un viaje programado a El Retiro, municipio de Antioquia para pasar un día entero con Bedoya, y grabar un documental del canal olímpico.


El ciclista se encontraba en su mejor momento, y aceptó sin pensarlo dos veces. Se llegó aquel 27 de febrero de 2018… Su día había comenzado a las 7:00 de la mañana, pues iba a recorrer su pueblo para seguir demostrando su capacidad en la bicicleta.


Fue un día muy tranquilo, la mañana y la tarde pintaba de maravilla, un paisaje radiante que hacía contraste con aquellos ojos azules que brillaban en cada momento que tocaba y montaba su bicicleta. El recorrido finalizó en el barrio El Plan, donde está ubicado el Cicloparque Las Cometas a las 7:00 pm. Una cuadra más adelante, iba el equipo de Argentina en el carro de los padres de Jero para dirigirse a su morada. “Yo iba en mi camino, concentrado y de repente… una imprudencia de un conductor de carro: no utilizó direccionales y todo el impacto lo recibió mi cabeza”, dice a la vez que calla.


“Todo el golpe lo recibió el hemisferio izquierdo —aunque llevaba su respectivo casco de seguridad— quedé dentro del carro… con el casco traspasé la ventana trasera del auto… En el momento no pensé que había sido grave, recuerdo que pude reaccionar… salí del carro, cogí mi bicicleta, me quité el casco, me revisé y vi que no tenía nada malo a la vista, solo un pequeño raspón en la cumbamba”. Los vecinos del barrio se asustaron, y, al parecer, ellos fueron los encargados de informarle a sus padres, los cuales se devolvieron al instante de enterarse del incidente.


Conforme avanza el tiempo todo empezó a empeorar, “pasaron los minutos, poco a poco sentía como se me estaba yendo el mundo. Me siento. Los vecinos me ven mal. Llaman de inmediato a la ambulancia. No tardan en llegar los paramédicos, y lo primero que hacen es inmovilizarme totalmente el cuello por haber recibido el impacto en la cabeza.


Llegamos al hospital del municipio y lo primero que me dicen:


—te vamos a trasladar al hospital de Rionegro, la “Clínica Somer” para hacerte exámenes más a fondo y saber qué es lo que realmente tienes— Yo no asimilaba la gravedad del asunto, yo solo pensaba en la gente que vino de visita por mi trabajo…yo me sentía muy bien, no me dolía nada”


Jerónimo fue atendido por un ortopedista general, le hace un TAC cervical, y justo descubren una fractura en la vértebra C7, esta vértebra no era la que preocupaba al profesional, tenía la duda de que quizás otra vértebra de mayor importancia estaba comprometida, así que decidió llevarlo donde otro especialista centrado en el tema de la columna. "Me hacen una resonancia, y aparece, tristemente, que tengo una fractura en la vértebra C1, ella es la que sostiene la cabeza de la columna. Podría haberme muerto en el momento del impacto o quedar cuadripléjico", comenta Bedoya.


El ciclomontañista pasó seis meses en su casa recuperándose y cumpliendo con todas las terapias para poder seguir adelante con su vida, fue un proceso muy largo, que al final valió toda la pena.


Como se dijo unas líneas más arriba, Jerónimo tiene una experiencia que no olvidará nunca y fue cuando quedó entre los 15 mejores del mundo en Canadá, el 28 de agosto del 2019. Bedoya no se pensaba rendir, él sabía para qué estaba hecho y tenía más que claro que, si la vida le dio una segunda oportunidad, fue porque debía aprovecharla y aprender a levantarse de las caídas más fuertes. Su vida se partió en dos y esta le deja una gran lección.


Aquel soñador dice que tuvo dos tipos de vida. En la otra etapa se volvió alguien consciente de sus actos, de lo que hace y dice, disfruta cada espacio que tiene para aprender, y gozar su vida de la mejor manera que le sea posible, sin interferir en sus responsabilidades. " Ahora, con esta experiencia me doy cuenta de que mi vida vale, que mi instrumento de trabajo es mi cuerpo, y, que, si quiero llegar más lejos, lo debo cuidar", añade con una bonita sonrisa.


Jerónimo no para de sorprender a su público con sus excelentes actuaciones en el campo, tiene claro su proyecto de vida y mientras pueda, él seguirá pedaleando por sus sueños.





 
 
 

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