El muralismo que susurra y transforma en el Oriente Antioqueño
- orientandotemedio
- 7 oct 2020
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Por: Laura Escobar Bonnett/ Cristian Martínez
El arte a través de los años ha sido entendido desde representaciones que deben reflejar a la sociedad, por consiguiente, el artista tiende a ser concebido como el vehículo para la transmisión de ese mensaje que la sociedad quiere y desea comunicar. En ese sentido, el arte ha sido consolidado como esa comunicación alternativa que permite ejercicios o procesos dentro de los territorios. Como lo insinúa el maestro y comunicador Daniel Prieto Castillo, es un proceso que se construye desde lo endógeno, lo interior, y desde la iniciativa social donde se pretenden entablar conversaciones entre creadores y espectadores. Es así, como el arte se desplaza desde conceptos rigurosos e institucionales para trasladarse a un ámbito social que surge desde dimensiones de la cotidianidad.
Recuerdo una frase de un teórico educomunicador argentino, Mario Kaplún, que solía afirmar que hablar de arte como proceso comunicativo se trataba de entenderlo desde ámbitos culturales y, precisamente, procesos comunicativos que son aún capaces de construir realidades socioculturales y universos simbólicos de significaciones, prácticas culturales y prácticas sociales como tal; y pues, para ser sinceros… más allá de nuestros sentidos de apreciación artística, sabemos que todo comunica, pero simultáneamente, al comunicar, construye, rememora y transforma. Afirmamos que, al hablar de muralismo, no solo hablamos de lenguaje, sino de memoria...
Es probable que, al llegar a una gran mayoría de municipios del Oriente Antioqueño, como lo son Rionegro, El Carmen de Viboral, Marinilla, Sonsón, San Carlos, etc., nos topemos por sus calles con inspiradoras imágenes pinceladas en las paredes municipales de recintos comunitarios. Así es, precisamente, como a partir de la recepción de coloridas formas e incluso acompañado de mensajes breves e insinuantes, se pretende difundir y rememorar los valores culturales, las raíces y hasta tradiciones propias de nuestra tierra. En los últimos años, se ha venido tejiendo una tendencia a la conformación de grupos que pretenden realizar manifestaciones en el arte a partir de una previa definición de identidad en el Oriente Antioqueño, y sorpresivamente han logrado cautivar con sus modos de expresión para contar sus ideales y placeres en su paso por este altiplano, a través de sus obras con intensas luces, colores vivos y tonalidades cargadas de mensajes pintorescos plasmados en el espacio urbano.
En los murales del Oriente ha sido posible hallar mensajes de concientización con temas de biodiversidad, tradición, valores y un sin número de temáticas sociales cargadas de talento que expresan múltiples vicisitudes históricas propias de nuestra región, en donde el público tiende a generar reacciones de añoranza, melancolía o simplemente sorpresa y admiración, sensaciones indispensables para afirmar que es posible asumir el muralismo como un lenguaje que evoca reacción en el seno social y entabla, como mencionaba anteriormente, conversaciones entre el artista y el público.
Cabría cuestionarnos entonces, ¿Por qué la importancia de crear y abrir espacios a nuestro legado cultural desde las prácticas pictóricas?, o mejor aún, ¿Por qué no hacer del Oriente Antioqueño ese lienzo concientizador y armónico que incite a recibir nuevas personas del exterior dando nuestra bienvenida desde el arte? Es claro que la influencia del movimiento muralista puede proyectarse como una de las alternativas más interesantes para trascender y rebasar las fronteras, incluso de lo nacional a partir de la creación de rutas turísticas, simultáneamente dejando en alto nuestra identidad. Qué mejor que hacerlo desde escenarios que logren producciones colectivas originarias de nuestro territorio. Insinúo el tema a modo de apreciación, pues últimamente se me hizo prudente resaltar la labor que se viene ejecutando desde varios espacios no solo apoyados desde una cuantas alcaldías del Oriente Antioqueño, sino también desde las propias iniciativas ciudadanas o de personas oriundas de algunos municipios e incluso, a partir de colectivos organizados para la creación de murales que adornan las enternecedoras calles de nuestros pueblos hasta preguntarme y reflexionar el porqué de sus iniciativas, lo cual me permitió llegar a conocer algunas personas que lograron compartirme un poco de su postura y su labor al estar inmersos en el asunto artístico. A saber, en mi reflexivo análisis del panorama di con el Colectivo Antorcha, oriundo de El Carmen de Viboral, por ejemplo, en donde se realiza, lo que ellos denominan ‘’jornadas de arte para la vida’’ donde se construyen murales a partir de la búsqueda de espacios para el arte, en donde la producción creativa constituye la excusa para encontrar la producción colectiva, cuya finalidad pone sobre relieve ideas, sentires, significaciones que son allí el motor vinculante a la creación.
Jason Andrés Orozco, integrante desde hace cuatro años al colectivo, afirma que a modo personal el muralismo para él constituye el motivo para generar sentido colectivo a partir de la integración de ideas en comunidad. Es el mecanismo para generar tejido social y vincular a las comunidades entorno a intereses que incluso van más allá de lo artístico.
Es posible, por tanto, afirmar que si la práctica del muralismo es un lenguaje, ya no solo empezamos a concebir la comunicación fuera de los medios masivos, sino que la comunicación circula en múltiples espacios y ámbitos formales e informales. Por eso, el muralismo hace parte de esas expresiones artísticas alternativas que no se encuentran ligadas a lo institucional y que son fundamentales para llegar a un sin número de personas sin distinción, compartir en comunidad y tanto para la comunidad como fuera de ella desde visiones compartidas por todos y expresiones íntimas de nuestro ser histórico y regional. Cabe mencionar que, en nuestro territorio del Oriente Antioqueño, han surgido también muchos colectivos artísticos como Buena Siembra con su trabajo en San Carlos, Memoria de sueños y esperanzas, donde han optado por llenar las paredes de colores e historias, para plasmar la realidad que la comunidad quiere expresar. Por eso, municipios como San Carlos, son llamados el pueblo de los murales, cuenta con 61 murales tanto en la zona urbana como en la rural, debido al proceso del colectivo del municipio que busca resignificar espacios que fueron utilizados como armas de intimidación psicológica. El tema en el arte es solo un medio, no un fin.
El arte ha pretendido que no solo sea apreciado desde lo estéticamente aceptado, sino que ha surgido la necesidad de verlo ligado a la realidad y a lo cotidiano, para lograr así, de esta manera, hacer uso de lo simbólico en la reconstrucción del tejido social. El muralismo toma sentido cuando las construcciones se hacen en común, donde todos tienen participación y decisión. El arte ha permitido que el territorio empiece a construir una memoria desde la supervivencia, donde el arte tome la mayor participación y sea el medio que conduzca a ideales, es por esto que susurra, pero transforma para construir...
«Una pintura no debe ser un comentario, sino el hecho mismo; no un reflejo, sino la luz misma; no una interpretación, sino la misma cosa por interpretar»
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