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El guardián del cementerio

  • orientandotemedio
  • 21 mar 2022
  • 5 Min. de lectura

Por: Vanessa Yepes y Paulina Giraldo


El sol irradiaba una luz de paz y tranquilidad entre las grandes montañas de Granada Antioquia. Me encontraba caminando hacia el cementerio a tener una charla con don Luis Carlos, el sepulturero del pueblo. En las calles se observaba gente sonriente, alegre y tranquila, pero yo no presté mucha atención, solo iba pensando en el lugar al que iba a visitar. Un camposanto que a la mayoría de personas, nos produce un poco de intriga y miedo. Cómo era de esperarse Luis Carlos se encontraba en el Cementerio realizando sus labores, con una camiseta azul salpicada de pintura, una gorra blanca que tapaba las arrugas de su rostro y su rosario negro que colgaba del cuello, emprendía con gran empeño cada actividad asignada para el día. En sus ojos claros se refleja la tranquilidad con la que labora y recorre cada rincón de aquel lugar. El cementerio se encontraba en silencio, y el azul del cielo, hacía relucir las flores que acompañaban las lápidas de cada alma que allí descansa. Al entrar, me encontré con Jesús resucitado, que devuelve un poco la esperanza para aquellos que dejan allí sus familiares y amigos; en contrapicado se observa el cielo azul, con un brillo que resalta en el lugar. Las paredes blancas que transmiten calma y algunos árboles que con su color hacen del lugar todo un camposanto.


Aquel hombre alto de tez blanca, ronda todos los días, por el lugar que él llama su segundo hogar, puliendo el césped, pintando paredes, arreglando bóvedas, y también orando por los que ya no están con nosotros, así transcurren los días de don Luis.


Me acerco a él y le pregunto:

-Don Luis, buenas tardes, ¿no le causa miedo estar en el cementerio?

- A ver reina, acá no asustan, muchas veces uno es el asustado, uno se crea las cosas.

Así empezó nuestra charla y recorrido por el cementerio, o mejor como él lo llama, su segundo hogar.


De trabajar la tierra al camposanto.

En 2008 Luis Carlos desempeñaba una labor como campesino y recibe una propuesta del Monseñor José David Henao. Este le ofrece el puesto de sepulturero del municipio de Granada. “Él fue quien me inspiró, y me invitó a colaborar con mi trabajo en el cementerio, pues, antes prestaba mi servicio en el hogar juvenil. A pesar de mis dudas, resolví y decidí aceptar” explica Luis, hombre de tez blanca y ojos expresivos. El primero de octubre del mismo año, Luis inicia su trabajo en el cementerio de la parroquia Santa Bárbara. Al empezar, él no tenía conocimiento, además, el cementerio llevaba un mes sin sepulturero. Por esto, le correspondió aprender por sí solo. En su primer día de trabajo recibió dos llaves, a las cuales no le encontraba uso, al parecer pertenecían a dos candados averiados. Con cuatro días de experiencia a Luis le tocó sacarle los restos a una tía de su mujer, la cual él apreciaba mucho. Este fue un reto para Luis, puesto que la mujer estaba entera de la cintura hacia arriba, y tuvo que ayudarle con machete. Por otro lado, obtuvo el conocimiento de las necropsias a partir de la observación, gracias a eso hoy en día es el disector de Granada.


Durante el primer mes, Luis no conciliaba el sueño y perdió el apetito. Además, ese mes frecuentaba las cantinas de Granada. Para él fue difícil el cambio de profesión y la singularidad de la nueva. También, su familia se vio afectada por el proceso de adaptabilidad, sin embargo, esto no fue motivo de rechazo. No obstante, Luis aún no se sentía cómodo con el cargo e intentaba renunciar.

  • Monseñor, yo creo que no sirvo para esto. Quiero renunciar al cargo - Le dice Luis al Monseñor David.

  • No hombre, ni ha pasado el periodo de prueba - responde el monseñor con gran insistencia.

La razón que hacía dudar a Luis era su costumbre de trabajar en el campo: los animales, los cultivos, el verde, la frescura… lo dejo atrás. Estaba enfrentándose a una nueva vida, el pasar de ese campo al camposanto, donde ya su labor no era ordeñar una vaca, cuidar un cerdo, entre otros, sino, arreglar difuntos, un ser humano que pasó a la eternidad.



Enfrentando la muerte

Un día de trabajo como cualquier otro, en el que ya el sol había desaparecido y la luna era la encargada de dar luz, Luis Carlos se encontraba concentrado en la preparación de un cuerpo “esta preparación implica sacar los gases, hacerle aseo, taponarlo y maquillarlo” menciona Luis, en total tranquilidad. Se escucha un ruido ¡paf! ¡pum!, pues, era el sonido de una lápida que se hallaba alrededor de dos metros y medio más arriba del suelo. La bulla de la lata fue demasiado y al ser tan tarde se asustó, sin embargo, la característica del ruido le permitió entender de dónde provenía. Según Luis estos sustos son de psicosis, ya que su trabajo es normal, como cualquier otra profesión.


En otra circunstancia, era un martes a las 7:30 de la noche, Luis iba a elaborar una necropsia, estaba en la búsqueda de la pesa. Caminando al otro extremo del cementerio sintió un ruido “ay juemadre, por acá hay una chucha” expresa Luis, en medio del susto. Siguió con sus labores y en el camino se cruzó con la chucha. Luis específica, que el temor viene del subconsciente, todo hace parte de la mente. Además, narra que en los trece años largos que lleva en el cementerio no lo han llegado a asustar. Para Luis, lo que más le ha enseñado esta labor, es entender y aprender a tratar con la comunidad en sus peores momentos. Verbigracia, ir a darle sepultura a un ser querido o a un amigo, es para Luis todo un reto. En ese instante, él se pone en la posición de la familia, comprendiendo el dolor del prójimo y los atiende lo mejor posible.


Luis Carlos Aristizábal cumple con diferentes labores en el cementerio de Granada, entre esas, mantenimiento general, inhumaciones, exhumaciones, procesos de necropsias.

“Yo diría que en los cementerios no asustan, como no asustan en ninguna parte. Uno tiene momento en los que siente susto, pero no porque los muertos asustan, sino que uno es el asustado”


Luis y las ánimas


“El cementerio es mi segundo hogar” yo salgo de mi casa y la primera parte a la que entro es ahí y es la última parte que visito, antes de ir de nuevo a mi casa. A diario entro al cementerio, puedo entrar dos, tres, cuatro veces. Llego allá y les oro, puede ser un “dales señor el descanso eterno” y con eso ellas descansan. “ellos son mis mejores amigos, yo a ellos los quiero harto” yo les digo a ellos “mis muchachos”. Las almas al ver cómo las cuido, ellas me cuidan a mi, yo me he visto rodeado de ellos. Cuando estoy montado en la torre haciendo mis labores, los veo. Cuenta con sentimiento.



¿Dónde terminan los ataúdes?

Es mucha la curiosidad que genera saber cuál es el proceso que se tiene con los ataúdes después de que han sido ocupados por un difunto, es un largo proceso, pero necesario para el mantenimiento del medio ambiente y el cementerio


El área de almacenamiento, los ataúdes que salen de la bóveda después de los cuatro años, primero se tienen que desactivar, aplicar un químico para matar la bacteria, después, se pesan los cofres, luego se quitan todos los forros que tiene el ataúd por dentro y se meten en una bolsa roja, después se pica en tres, cuatro pedazos, se amarra en tela verde, para que el carro recolector se lo lleve. Cuenta don Luis


Luis Carlos seguirá teniendo esa bonita relación con los del más allá, ejerciendo su labor con mucho amor y respeto. Inicia sus días muy temprano abriendo los candados de las puertas del cementerio, lleva 13 años en esta labor y espera seguir haciéndolo por muchos años más.



 
 
 

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