El arte desde el corazón
- orientandotemedio
- 5 oct 2020
- 2 Min. de lectura
Por Wendy Flórez y Josue Suárez
Las manos, el instrumento de creación más increíble y versátil que el ser humano posee. Ellas
tallan, crean, acarician, cocinan, tejen, escriben, dibujan, moldean y millones de cosas más pueden
realizar. Sin embargo, ellas no crean en un lienzo por sí mismas, ellas se nutren y se aferran a los
sueños, esos que vienen del alma.
Esos mismos anhelos que vienen desde lo profundo de nuestro ser, son los que motivan a Don
Pedro José Gómez cada día que vive entre herramientas y piedrecillas que le ayudan a crear y tejer
pequeñas piezas de arte que llevan historias y significados que trascienden su tamaño.
Él, Don Pedro, hijo de las tierras rionegreras, licenciado en educación rural y artesano de oficio y
corazón. Por ello decidió conectar su don y profesión, que descubrió desde pequeño, para así crear y
enseñar, “desde niño me enamoré del estudio y de mi trabajo. Siempre utilizando mi creatividad
desde la iniciativa. Aprendí a crear artesanías con amor, por la supervivencia”. Relata entre sonrisas
Don Pedro José que desde ese deseo de superarse lo llevó a creer y crecer en su profesión y oficio.
Para nuestro artesano, su lugar de trabajo, su taller, es como si fuera un sitio sagrado dedicado al
arte y la imaginación, donde los pensamientos y el sentir toman forma. Allí es donde las manos y
algunas herramientas, unas hasta improvisadas, transforman los materiales, unos naturales y otros
artificiales, que crean los más hermosos productos como collares, pulseras, aretes, cinturones, etc.
Descubrir el arte del corazón y poderlo labrar es un hallazgo que no todos logran. Pero el poder
disfrutarlo y compartirlo con aquellos que nos rodean es aún más maravilloso. La familia de Pedro
José es muestra de ello: su esposa y su hijo trabajan a su lado, haciendo crecer su sueño y
manteniéndolo vivo.
Él, con sus pulseras, collares, aretes y demás obras de arte, se instala en un rinconcito del parque de
Los Mártires en Rionegro, en el sector San Francisco, en el punto perfecto entre el sol y la sombra,
entre la calma y el ir y venir de los transeúntes. Ha luchado por su arte, ha vivido grandes desafíos,
sin embargo, su motivación vive intacta. “Esta labor es una constante emoción indescriptible que
me llena de felicidad”. Escribe en el papel Pedro José con una sonrisa en su rostro que demuestra
que más que hilos y cachivaches él entrega una fracción de una inmensa cultura. Porque desde sus
palabras se puede entretejer la experiencia y la sabiduría.
Los artesanos más que artistas, son transmisores de cultura, porque en todas las regiones y lugares
del mundo hay un artesano que siempre está interactuando con la sociedad y las culturas, sea como
fuente de inspiración o de conexión.
Es que ese sentir en conjunto, en sociedad, desde el otro y por el otro es lo que ha marcado a Pedro,
porque él no solo crea y entrega sus creaciones, “Una experiencia que realmente me marcó fue
cuando dicté, con mi esposa, talleres de manualidades con personas en situación de discapacidad”.
Él transmite su conocimiento, porque comprende que un arte egoísta no es arte, porque ese
conocimiento se transforma en felicidad, sabiduría y conocimiento.
Esto es una pequeña muestra de que los sueños del alma no son egoístas, que no se quedan solo en
el corazón, sino que salen de allí y se pueden labrar o transportarse a un nuevo creador, para
transformar toda una región como lo es el Oriente Antioqueño.

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