Costurero Mujeres Tejedoras por La Memoria de Sonsón: Más que remendar es bordar la vida
- orientandotemedio
- 30 sept 2021
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Por: Laura Alejandra Bedoya Loaiza
Con más de 70 años de impacto, el conflicto armado en Colombia no solo ha afectado a las grandes ciudades, sino, en especial, a los pueblos más pequeños y recónditos del país. Entre ellos está Sonsón, donde, con mayor intensificación en los años 2000, los grupos armados han aprovechado su característica montañosa y su riqueza natural para disputar su dominio.
Jhony de los Ríos, asesor de política pública de víctimas en dicho lugar, sugiere que “para entender un poco el conflicto de la localidad hay que mirarlo desde las diferentes zonas, principalmente rurales. En el municipio hubo presencia de varios actores armados, tanto de derecha como de izquierda. En la vereda Río Verde, estuvieron las guerrillas; en la zona urbana, en la zona fría y el Alto de Sabanas participaron, especialmente, las autodefensas”.

En este orden de ideas, gracias a los documentos suministrados por la Unidad de Víctimas, el municipio registra 27.899 víctimas del conflicto armado. Alrededor de 397 secuestros reportados, 3319 homicidios, 565 desapariciones forzadas y 25.528 desplazamientos forzados. No obstante, hay quienes aseguran que, para la época, los 35.000 habitantes con los que contaba Sonsón fueron afectados, directa o indirectamente, de este conflicto. Pues casi todos tenían un familiar, un amigo, un vecino o un conocido que tuvo que pasar por algún hecho de violencia referente a dicho contexto.
Ahora bien, el conflicto no se puede limitar solo a las cifras, por eso, existen cuatro derechos fundamentales que buscan que a cada persona, desde su caso puntual, se le legitime la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. En suma, cada localidad se ha esforzado por crear procesos que apunten a la reconstrucción del tejido social. Bernardo Antonio Marulanda Manrique, líder en proyectos comunitarios en el municipio, habla desde el apoyo que el municipio le ha brindado a las víctimas.
“En el 2001 empezamos a hablar de que las víctimas en Colombia eran invisibilizadas, es decir, ocurrían las cosas, pero nadie se atrevía a hablar al respecto, por temor o por miedo. En primer lugar, lo que se hizo fue buscar a las personas para que contaran los hechos, con la intención de crear proyectos como Jóvenes por la Paz, para que esta población no fuera reclutada por ninguna organización al margen de la ley. Con estas iniciativas el objetivo era lograr un duelo colectivo y dar paso al proceso de memoria en el municipio”.
Con dichos antecedentes, se resalta la labor de una de las iniciativas más valiosas y reconocidas a nivel regional: el Costurero Mujeres Tejedoras por la Memoria de Sonsón. Según la página de Facebook del proyecto, desde el 2009 se reúnen a tejer veinticinco mujeres adultas. Madres, abuelas, esposas… que, antes de ser desplazadas y sufrir las consecuencias del conflicto armado, se dedicaban a labores propias del campo: atender los animales, sembrar la huerta, cuidar de los hijos y el esposo. Estas arraigadas prácticas campesinas vinculadas a la tierra y a un modelo patriarcal que determina las relaciones familiares, la economía doméstica, la educación y el desarrollo personal y social de cada una de las integrantes.

La idea, gestada inicialmente por la Asociación de Víctimas por la Paz y la Esperanza de Sonsón, tomó forma en octubre de 2010, gracias a un grupo de estudiantes de Antropología de la Universidad de Antioquia, entre ellas Isabel Gonzales Arango, quien, con esfuerzos conjuntos, ha logrado que el colectivo siga en pie después de 10 años.
Sin embargo, para muchas mujeres, iniciar el proceso fue doloroso. Luz Dary Osorio, una de las líderes del grupo, afirma que había temas como el de la memoria que no le gustaban porque consistían en recordar los hechos. Por otro lado, Gloria Amparo Carmona, también integrante del costurero, cuenta que decidió tejer para sanar el vacío de su único hijo, Jaime Alberto Arroyave, desaparecido el 1 de noviembre de 2005 en la vereda Perrillo, de Sonsón.
Por tanto, bordar, como una idea para hacer memoria, se dio por el poder que tiene la aguja cuando se une con la tela. Es decir, la acción de descargar todas las energías para plasmar un sentimiento. Gloria Amparo, expresa que “el proyecto ha sido muy importante, porque el tejer ha significado una terapia, en la que con las demás víctimas nos unimos y hemos formado una familia, ya que cada una se da cuenta que su caso también le sucedió a otra persona. Aunque, en mi situación, como no sé dónde está mi ser querido, el proceso de duelo se hace más complicado. Sin embargo, en el costurero he aprendido a apoyarnos en colectivo, he podido sanar y perdonar”.

Aunque en medio de sus actividades han tenido que parar el hilo y la aguja, para expresar sus sentimientos, hay un concepto que las mantiene vivas: la esperanza. Añadido a ello, la paz y la reconciliación han generado un lazo para la construcción del tejido social. Cada colcha, cada mantel, cada tela es un acto de paz con valores implícitos, permitiendo que el perdón también quede consignado en sus corazones.
Entre algunos proyectos que ha impulsado el colectivo se encuentran el Monumento a la memoria, la iniciativa Remendar lo nuevo, el libro “Sonsón Memoria Viva”, el Baúl de la memoria y, el más reciente, Bosques de paz. La mayoría se ha ejecutado en el parque recreacional La Pinera.
En el Costurero Tejedoras por la Memoria de Sonsón, las mujeres pasan a ser sujetos empoderados. De hecho, elaboran y venden quitapesares para ayudar a su reparación psicológica y a su sostenimiento económico. Este papel activo hace énfasis en la importancia de crear para plasmar su realidad.
Sin lugar a dudas, esta es una propuesta para el alma, un trabajo reflexivo y simbólico, un laboratorio, un espacio para el encuentro y la memoria, una experiencia de aprendizaje conjunto para narrar a través del acto creativo de tejer.
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